Ayer, tuve un día de asueto, remunerado, aprobado y todo legítimo. Si los pequeños diaboillos no mueven el queso, tendré otro día libre el lunes. Como tal, con tanto tiempo libre sin tener que vigilar el reloj, ingerí suficiente cafeína esta tarde para matar a un pequeño elefante y lo suficiente para que mis dedos podrían correr y poner negro sobre blanco. Mientras tanto, miro con asombro y mucha admiración cómo mis cómplices deste foro son capaces de escribir tanto. No lo tengo dentro de mí, al menos no sin refuerzos. La pereza es innata y fluye como el sangre dentro de mi cuerpo. Por suerte, lo que me falta de productividad, lo compenso con la lectura.
Leyendo lo anterior, creo que he dominado el arte de escribir extensivamente sin decir nada de importancia. A pesar de ello, lo cierto es que se me acabará el tiempo mucho antes de que se me acaben los libros. Mientras esperaba, devoré a tres víctimas más. En primer lugar, la historia me tienta y necesito empezar por algún lado, aunque sea un poco trillado. Escuché
La historia de España contada para escépticos. Dato curioso, una de las aceptaciones para España viene de la palabra conejo. Sí, el lagomorfo prolífico. Resulta afortunado que tengo una perspectiva de la literatura que no depende estrictamente de la veracidad de los hechos individuales. Por ejemplo, otra fuente en lugar de la palabra conejo era la palabra sierpe, pero el autor menciona que nadie quisiera asustar a los turistas y asociar una serpiente con España. De acuerdo. En general, disfruté muchos los comentarios tanto utiles como ingeniosos. Os recomiendo el audiolibro.
El segundo libro fue
Robinson Crusoe y fue fácil de escuchar. Tiene a su nombre la fama de ser considerada la primera novela inglesa, publicada en 1719. Parece un tratado sobre cómo tomar decisiones. Lo pondría a hurtadillas en la sección de autoayuda para engañar a los incautos. Eche un vistazo a la vida de
Defoe.
Esta noche, acabo de leer
La Regenta de Leopoldo Alas. Era el mejor libro de los tres, de lejos. La lectura fue una aventura de diez o doce días para mí. Este tipo sabe escribir. ¡Escandaloso! Mucha gente lo compara con
Madame Bovary o incluso
Anna Karenina. Como tampoco he leído estos últimos, reservaré las comparaciónes para otro día. Me gusta cómo se trata a la Trinidad y el desarrollo de personajes es sin par. Cada personaje tiene múltiples apodos y cada uno cumple con los suyos. En la vida cada uno recibe una dosis de su propia medicina. La ciudad de Vetusta ofrece una rica escena y círculo social para explayar sobre este tema. A pesar de sus treinta capítulos y mil páginas, el aburrimiento no me asedió. Era emocionante aprender de los maestros.
Esta es mi quinta o sexta lectura larga. Por larga, quiero decir unas 1000 páginas, más o menos. Hay bastantes ventajas para hacer frente a obras largas. Una mención obvia es el puro ímpetu. El impulso produce movimiento y es difícil detener un tren (nota al margen: lea a T.E. Lawrence para saber cómo volar rieles). Hay pocas paradas en el camino dado que me quedo con un libro durante una o dos semanas como mínima. Igualmente, el repaso espaciado no se puede perder. Aprender nuevas palabras a pesar de las fuerzas opuestas es inevitable, leído y hecho. A mí me gusta y lo acepto con ganas. Recuerdo cuando era joven cómo mis ojos volarían a través de las páginas de mis libros favoritos. Lo mismo sucede con las lecturas más largas en español. Psicológicamente, es como poner comida en tu plato. Cuanto más apila, más pala por la escotilla. El carbón hace que un fuego arda más fuerte.